BIENVENIDOS

BIENVENIDOS.

DISFRUTEN DE ESTA HUMILDE PAGINA LOS QUE PUEDAN HACERLO, LOS QUE NO, GRACIAS POR HABERSE TOMADO LA MOLESTIA DE HABER ENTRADO
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VIVAN CON EL CORAZON EN LA MANO.
DECIA DON JOSE DE SAN MARTIN: "SEAMOS LIBRES, QUE LO DEMAS NO IMPORTA NADA."

martes, 5 de agosto de 2014

CRÓNICA DE VIAJE A TOKIO - OCTAVO DÍA

El Hotel Shiba Park tiene diez pisos y un más 150 habitaciones aproximadamente. El quinto piso, ( mi habitación es la 1510) y estimo os demás también, tienen los techos algo mas bajó de lo que estoy acostumbrado, y el baño más aún, el baño es para petisos, los japoneses históricamente no fueron altos y se ve en la calle, con lo cual yo con mi 1,67 metros de altura, acá 1) nadie me dice nada de mi altura, 1) porque todos tienen más o menos mi altura 2) porque los japoneses hablan en japonés. Volviendo al baño, es tan reducido que el inodoro y el bidet están "en combo" y, desconocido para mi, a botonera. Escuche hablar de una lluvia finita o suave y de una lluvia gruesa de abajo para arriba, pero no quise averiguar y estoy usando papel. Me siento y cada vez que me siento se ve que toco algo y sale agua y la verdad no me gusta nada. Sólo toco una manija que dice Toto (la marca ) que vendría a ser la cadena o la botón del depósito, pero acá no hay depósito.
Fuera de este detalle escatológico la habitación es también japonesa en el sentido de la altura, baja y reducida en espacios. Cuando entramos con Carlitos nos costo mucho acomodar nuestras cosas ( ropa valijas y calzado) hay dos pares de pantuflas excelentes ( no descartables - aunque el Equi comento que uno de las podía quedar ) con las cuales ayer salí a cenar. También hay unas batas de cama que sin sobrias pero me gustan mucho. La bata cuando le comenté a Mariel que me gustaba agarro una de la pila que tenía el carrito de la limpieza ( limpia ) y me dijo toma Carlitos yo te la regalo es decir de la afano y después me la regalo. Ahora vamos por las pantuflas. Los aménities se reducen a dos cepillos para peló y cepillo de dientes y dos cofias. Vamos por los cepillos en esta.
Esa es la habitación, afuera hay una ciudad que aún nos falta conocer aunque sea lo que esté a nuestro alcance.
Hoy el grupo entero a la mañana temprano decidió ir a ver un Buda gigante y la bahía de Tokio, el grupo de Tito Benito de fue a Kioto, y mi hijo y yo decidimos ir al centro de la ciudad y pasar el día conociéndolo.
Desayunamos en un Starbucks y visitamos el templo de Sojoji, que está cercano al hotel en el parque de Shiba, en una mañana con algo más de treinta grados. El templo es un complejo de edificaciones siendo una la más importante donde se practica y realizan celebraciones entre las más importantes la exhibición del Buda negro tres veces al año los 15 de marzo, de junio y de setiembre. Hay otro templo anexó más chico con tres altares donde sacándonos las zapas subimos al altar. Hay un sector con una campaña gigante, otro con muchas estatuillas de 60 cms de altura una al lado de la otra y los fieles les ponen unos gorros tejidos de colores y una vela a cada una ( en invierno  ) ahora con tanto calor se le coloca una hélice o flor con forma de hélice de plástico que usamos en argentina para los chicos y que giran con el viento y están todas las estatuillas con las flores de colores brillando, muy cerca un arco cuadrado con alambres en los cuales los fieles enganchan sus peticiones en papelitos que también hace bailar el viento. Otra parte es un pequeño techado con una pileta in agua cristalina y unas cucharas grandes para beber de la pileta, muy bonito.
Llama siempre la atención el ambiente de recogimiento y paz ( y bienestar,  que es paz ) en este caso en otro culto que no es el de uno. Al salir del templo nos encontramos con Lucas Brizuela y Santiago Pauplis y " los Cunto" (los tres primos ) que andaban en la misma que nosotros. Fuimos caminando con ellos unas cuantas cuadras hasta que entraron en una estación del metro. Nosotros dos seguimos hasta Hamatasuyo, donde donde tomamos el tren hasta la estación Tokio que es el nudo gordíano del transporte terrestre no sólo de Tokio sino de todo Japón. La estación Tokio es uno de los mascarones de proa de la ciudad. Salimos a ver los altededrores, grandes avenidas con muchos edificios públicos y de oficinas, y uno o dos Shoppings grandes en uno de los cuajes entramos de curiosos y vimos tiendas de ríos de polo y todas cosas exclusivas en diez pisos, lo que más nos llamo la atención fue un colgante con diamantes de us 139.000, (compre dos porque me hicieron el 5 % de descuento por pago efectivo), obviamente no duramos mucho allí adentro,  salimos y is tomamos el metro  a Ginza, que es un barrio de unas 150 manzanas. Y Ginza nos atrapo. Tiendas tipo edificio de marcas como Hollister ( 8 pisos) Gao ( 4 pisos) Yamaha ( 5 pisos) Apple ( 3 pisos ) Sony ( un edificio de un montón de pisos ) y varias otras, calles con bares, bracitos, tienditas, dragstores en cada esquina, callecitas, pasajes, veredas amplias  en las avenidas y calles sin veredas, lugar variópinto pero animado y de buen gusto. Sony particularmente pasa un vídeo de escenas en el mar del Japón en una pantalla de les ancha como el frente de un terreno y uno ve a la ballena pegar el salto y parece que se va a mojar y el sonido es espectacular. Uno interactúa con los productos en serio. Carlitos y yo en Yamaha tocamos batería electrónica  ( nos escuchábamos sólo nosotros dos en los auriculares que teníamos conectados.
Pasado es mediodía estábamos cansados y con calor y en una callecita lateral a  la avenida principal entramos en un restaurancito grande como un monoambiente, la cocina a lo largo una barra paralela donde dos hombres esperaban la comida perdidos en las pantallas de sus celulares, dos japonesas que de inglés no entendían nada estaban cocinando algo envidia woks grandotes, también había una olla tapada. Tres mesitas de dos completaban el lugar. La bebida ese únicamente agua de una jarra con hielo que te servían en un vaso, sexteto nana el agua ibas de la japonesa y te lo llenaba de nuevo y así la cosa. El agua no se cobra. No había carta, como pudimos nos hicimos entender como unos Neanderthal y señalando un arroz que había en un Wok y nuestras caras nos sentamos, y cuando entraba otra japonesa al lugar vestida al estilo antiguo con kimono sandalias con medias y el pelo recogido y trabado con unos palitos, la cocinera nos trajo un manjar que era el arroz con pedacitos de carne y de huevo y alguna cosa más y un plato con un caldo oscuro. Comimos sólo con los palitos y no dejamos ni un gramo de arroz y tampoco nada en el plato de la sopa. Le pague y le compre unos palillos que son los que usan en el lugar y son lavables y reutilizables y le deje propina 200 yendo unos dos dólares y la mujer se deshacía en reverencias.
Recuperadas las energías seguimos visitando lugares y entre ellos el apple store ( Carolina, Tortita de Manteca de mi corazón pin pon: ya tu papa, que es el mejor del mundo y que te quiere hasta el cielo ida y vuelta como veinte veces cumplió su promesa, lo que si el color del aparatito lo vas a tener que adivinar, jeje ) y a las cinco de la tarde las piernas no respondían y el calor volvía a apretar y nos fuimos caminando siempre a un parque cercano y lindero a Ginza, cruzando avenidas por el medio al estilo argento ( idea de mi coequiper ) y ahí nos sacamos las zapatillas en un banco y volvimos a bajar mirando la gente pasar ( escasa) el verde y las nube, que como la vida y como la muerte nos igualan cuando las vemos pasar.
Luego de dos horas de descansar en el parque ya se había hecho de noche y dejamos atrás el sonido de las chicharras del atardecer y nos metimos otra vez en el mismo barrio, pero de noche. Fue otra cosa, los barcitos y bares ahora estaban llenos y todo tenía más vida y más gente que antes, y nosotros los dejábamos pasar y los veíamos girar, un deporte recomendable. Cuando Carlitos vio un lamborrghini que estaba estacionando y quería escuchar como sonaba cuando salía por ejemplo nos sentamos en la vereda de enfrente a esperar que el tipo saliera, al rato el auto arranco, los transeúntes nos pasaban por todos los costados y nosotros o yo feliz de la vida de compartir esto con mi hijo.
Son muy amables en estos lares y con buena onda, le preguntamos a un muchacho en una tienda donde quedaba el edificio de Sony y como no hablaba inglés dejo la caja del negocio ( era un empleado ) y nos acompaño quinientos metros hasta que bis dejo a treinta metros del monstruo que es el edificio de Sony. Uno así tsmbien vibra de otra manera y me vi junto a mi hijo diciéndole a una adolescente que se saco una foto con los dos you aré beautiful y los tres nos reíamos.
Todos los edificios se encendieron con la llegada de la noche e hicimos el mismo recorrido pero en otro tono y con los olores de los bares y barcitos y restaurantes andando.
Tanto caminamos por cualquier lado que cuando fuimos a tomar el tren nuevamente ya no estábamos en Ginza sino en. la estación Ishinashi a una sola estación de distancia de la estación en la cual bajamos para el hotel.
Llegamos y después de una siesta a las nueve de la noche salimos a cenar algo liviano y a la cama.
Reconforta ver un pueblo que siendo potencia mundial, un empleado de una tienda en la cual no estábamos comprando deje de hacer las cosas y camine casi 500 mts para llevarnos al lugar que le preguntamos. Ayer Hernán Arboleya había perdido su iphone y volvió a un lugar que había estado y tenían su iphone una chica o una señora lo había encontrado y lo había dejado en la boletería del lugar ( eso comentaban anoche) no son cosas de otro mundo, son cosas que sabemos desde chicos pero acá están en el común devenir de los actos cotidianos.
La amabilidad, el respeto, el sentido del honor y el orden bien entendido hablan del grado de civilización alcanzado por un  pueblo.
Es un pueblo milenario e igual que todo, sus flores han salido de un barro conformado por vidas sesgadas y polvo que fueron gente y sangre que fue en agua de ese polvo .
Flores que florecen desde el barro. Las cosas bellas no vienen de la nada. Sin ir más lejos hace unas décadas el actual imperio le tiro dos bombas atómicas en dos ciudades densamente pobladas.
No hay simpatía  por los norteamericanos. Pero los japoneses si son simpáticos y amables.
Todo un día a pura caminata, a pura ciudad de Tokio  no puede dejar de ser enriquecedora, me decía Evangelina el otro día vas a ver que el viaje algo te va a cambiar, algo de eso pensaba cuando baje del tren y caminaba las ultimas cuadras hacia el hotel, junto al hombre que es mi hijo, una de las dos únicas personas en este mundo a las que quizá estaría dispuesto a brindarle explicaciones, y eso si llegara el momentos que me las pidieran. Pero mis hijos no me piden explicaciones. Es otra cosa.

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