el eco de tus ayes, que fue absorviendo el cemento,
el olor del amor, que va lavando la mañana.
y unos mates a medio tomar.
El día aparece nublado y sín visos de sol,
la luz de la ventana me dice estuvo bueno, pero paso,
y recojo mi camisa arrugada y un zapato extraviado,
y me resisto a no seguir sintiendo tu perfume.
Y entonces hundo como un sabueso mi cabeza en tu almohada,
y gano de nuevo, porque vuelvo a olerte
y cierro los ojos y el mar de tu piel se me abre de nuevo,
aunque sea, sólo un segundo,
y con eso me alcanza, con eso me vuelve a alcanzar,
Aunque afuera no haya ni olores
ni mares blancos ni recuerdos de ayes,
aunque afuera llueva un domingo lavado y frío.
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