La certeza de entender que nadie es más que nadie ni menos que nadie.
La igualitaria y justiciera certeza también de entender, que nadie tiene una verdad más valedera que la que el otro puede tener
La posibilidad ilimitada de conocer y comprender, que otorga mirar al otro en forma horizontal, con los ojos a la misma altura.
Conocerlo, comprenderlo, acompañarlo, pedirle, darle, contarle, escucharlo.
Sin gente en los sótanos y sin gente circulando por andamios.
Conocerlo, comprenderlo, acompañarlo, pedirle, darle, contarle, escucharlo.
Sin gente en los sótanos y sin gente circulando por andamios.
Nadie por encima de nadie
Nadie por debajo de nadie
El respeto básico por el otro
Una enseñanza que dan entre otras cosas, los momentos límites y los grandes dolores
Como la tormenta da paso al sol, los momentos oscuros dan claridad al corazón.
Es del caso preguntarnos porque perdemos eso que sabemos desde siempre y que a algunos solo nos lo recuerda y graba a fuego, el paso por la oscuridad.
Bienaventurado el que comprende, porque de ahí nace la posibilidad de la individualidad que nos aleja del concepto de ser "sujetos" a algo o a alguien y nos transforma en eso, en "individuos" iguales, parejos y con las mismas potencialidades
Ese reconocernos iguales nos da un baño de humildad.
La humildad nos permite ver al mundo desde el llano, y nos da un bien intangible pero que se nota cuando se aprende a mirar a la gente
Eso nos hace crecer
Eso nos hace crecer
Saca a la superficie de la cotidianidad, la grandeza que todos tenemos dentro.
Ha de ser esa una de las formas del amor.
Reconocernos como seres libres y enfrentar cada día el desafío de ejercer esa libertad sabiendonos ni mejores ni peores que nadie, sabiendonos únicos, individuales, e irrepetibles.
Algo que nos enseña la vida, a la mitad de la vida.
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