YO FUI AL CHACO
Nosotros habíamos empezado el campeonato comiéndonos a los chicos crudos. Habíamos ganado la primera rueda muy tranquilos, sin despeinarnos, con fútbol y toque. Tomála vos dámela a mí. Pero en la segunda rueda nos agarro la cagadera y entramos a perder todo lo que antes ganábamos. Cuando Chaco Forever se apunto como segundo firme, ahí nos aflojamos. Se habló de que los nuestros iban para atrás, que no querían salir campeones, que nos convenía estar en Segunda, que la Primera era para otra cosa. Todas boludeces, y para colmo, encima la Argentina , como dice Chamigo, es el único país en que un boludo puede llegar al cielo, y para eso existe una sola forma, que no por única deja de ser bastante sencilla, que es poner a los boludos argentinos uno arriba del otro. Entonces para que le voy a contar, era un mar de rumores. Que arrugábamos. Que íbamos para atrás, que los jugadores cobraban para perder, y toda una sarta de pelotudeces por el estilo.
Si lo habremos puteado a Jansa, que era el enganche, y que desde ese año no se pudo sacar más de encima lo de pecho frío. Era empezar los partidos y desde los cuatro rincones se escuchaba: -"Corré, corré Jansa, corré. Corré por dios, Jansa." Y Jansa a veces corría, y otras no. Otro que veía como entraban las pelotas era Jose Felipe Perassi: - "Dale Jose, Salí, Salí Jose, Salí por favor." Y Jose a veces salía, y a veces no, y la cosa es que cuando nos quisimos acordar los teníamos a los chaqueños en la garganta.
La puta casualidad, la yeta y el fixture, quisieron que en la ultima fecha de ese campeonato, tuviésemos que jugar la ultima fecha en la cancha de Chaco For Ever, allá. Y le llevabamos solo un punto de ventaja.
La final se jugo nomás en el Chaco. Nosotros fuimos, cuando digo nosotros digo los hinchas de mi familia. Obvio había bastante gente más, yo le digo los más cercanos, de los que veía todos los sábados, pero habia mas gente, todos incondicionales, de esos que están siempre, de esos que uno los veía en Mataderos, en Chicago, en San Martín en lo de Chaca, en el Gabino Sosa, en Cambaceres, en Campana, en Huracán, en Banfield, en todos los estadios donde el Grana venia peregrinando durante varios años. Uno en la cancha ve muchas caras, pero las caras que fueron al Chaco eran de fierro. Al Chaco no fueron todos los de fierro, pero todos los que fueron eran de fierro.
Estaban por ejemplo en el micro nuestro me acuerdo, porque fuimos en cuatro micros, entre otras caras, dos hermanos, los Scasso, que después uno de ellos falleció y su nombre se inmortalizo en la Peña Granate Guido Scasso. Estos dos, Guido y el hermano, tenían un repertorio de canciones que habían impreso y las repartían a todos los que viajábamos, practicábamos las canciones y practicábamos pedirle la hora al juez para que termine el partido.
Salimos la nochecita anterior, a eso de las ocho de la noche, y habremos llegado casi a mediodía del sábado. Y llegamos a la cancha, lleno de gente, un mundo. Un mundo de chaqueños, claro. Porque al lado de ellos, los granates éramos pocos, como le decía. De fierro, pero pocos. Y éramos visitantes, pero visitantes de verdad, como siempre en el fútbol del nacional, que uno no parece visitante, parece un refugiado albanés.
Me acuerdo que a la entrada vendían mandarinas peladas, en bolsitas. Imagínese que con el calor que hacía, unos veinticinco grados o más, con un sol bárbaro, las mandarinas éstas, que estaban desde la mañana al sol en bolsitas de polietileno, y encima peladas, a las tres y media de la tarde ya largaban un juguito que medio se estaban deshaciendo. Estas mandarinas, ni bien tomamos posición en el mísero codito que nos dieron, empezaron a volar que parecía que llovían mandarinas, nos dejaron a la miseria, y lo peor es que no volaban solo mandarinas, también piedras, palos, y hasta un termo que con el vidrio del repuesto le pegó a uno que estaba al lado mío en la tribuna y le dejó medio naso colgando.
Fuera de esto, igual estábamos anímicamente bien. Debe ser por eso de que en las malas es cuando sale a relucir mas el sentimiento, cuanto más nos tiraban, mas gritábamos. Me acuerdo de la Urraca , de Armando González, que ese día estaba colgado de una bandera, subido a un para- avalanchas.
Pero la cosa igual era que parecía que jugábamos en el estadio Mombassi. Parecía que ese día se estaba jugando, yo que sé, la independencia del Chaco.
El partido fue una historia aparte, una cosa de locos. Ellos tenían la cancha inclinada. Sacaba Perassi del arco y a los cinco segundos ya estaban de nuevo en nuestra area.
El referí era Loustau, que nos pegó una bombeada de aquellas, que se dan cuando los tipos son localistas y les importa tres pitos la justicia y la imparcialidad. No señor, ellos llegan un día antes del partido, van al Hotel Plaza, que seguro en Resistencia, o en Corrientes ahí nomás cruzando el puente hay un hotel Plaza, o un City, reciben a los dirigentes del club, a algún político interesado en el resultado del otro día, a los periodistas del local, y se quedan de vidurria. Y el ñato cuando entra al campo de juego hasta él mismo tiene ganas de jugar para los locales, aparte Lanús quedaba como a mil cuatrocientos kilómetros, y en definitiva, los de Lanús eran tan negros como los del Chaco. Algún trasero tenia que sangrar, y el Chaco postergado por décadas, desde la tala indiscriminada del quebracho por La Forestal no soportaba otra afrenta. Así que saquen ustedes la conclusión de lo que fué Loustau aquella tarde.
Los nuestros entretanto con la diarrea habitual, seguían en babia, Jansa con su andar cansino, como si estuviese de paseo. El técnico nuestro que parecía que estaba todo bien, y estaba todo mal, remal, para el culo estaba todo. Nos cascoteaban el rancho a lo loco. En la tribuna nos queríamos matar.
En un tiro, uno de ellos, creo que el nueve, se tira a la pileta en el area grande, del lado derecho, en donde estaba nuestro codo, y el referí se viene corriendo más o menos de Florianópolis y cobra penal.
Fue gol, el arquero ni la vio, y fue la hecatombe. Fue tal el desbarajuste que el alambre perimetral del lado de la cabecera contraria se vino abajo cediendo al empuje de la avalancha del gol. El alambre entero con la pared de un metro de altura incluída se se cayeron adentro de la cancha, y los miles de grones que estaban detrás simplemente se metieron en la cancha a abrazar a sus jugadores. Nosotros no entendíamos nada. Dijimos, bueno, listo, se acabo el partido, se suspende. Pero no, el referí habló con los jugadores de Chaco ni bien pudo encontrarlos entre la multitud, y estos con los negros, y la masa, escuche bien lo que le digo, la masa, la marea humana entera que había penetrado en el campo de juego, volvió sobre sus pasos y levantó el alambrado perimetral, teniéndolo con las manos. La masa volvio para atrás así como cuando se pasa en reversa una película en cámara lenta, y levantaron de nuevo el alambrado y la pared, y lo sostuvieron con las manos. Fue de no creer, y el arbitro dijo señores aquí no ha pasado nada, viva la joda, sigan jugando.
Y los nuestros seguían dando lástima. Solo uno que yo me acuerde, el inmenso uruguayo, Gilmar Villagran, con la once en la espalda, se deshacía.
Cuando faltaba un minuto para los noventa arma el uruguayo una jugada con Alonso, en tres cuartos de cancha del lado en que estábamos nosotros, que era el mismo arco en el que había sido el penal en el primer tiempo, y Villagran se venia hamacando y dejaba muñecos en el camino y cuando esta por entrar al área, ahí nomás, a menos de un metro, lo vacunan. Voló por el aire, cayó adentro del área todo desparramado. Tiro libre directo en la línea del área grande desde la derecha del arquero.
Villagran se había cansado de meterla desde ahí. Era la oportunidad que necesitábamos. La cosa es que se paro a tres metros atrás de la pelota para ejecutar, ninguno de los demás jugadores de Lanús atinó siquiera acercarse. El estadio enmudeció, se podían escuchar hasta los monos aulladores de la selva. En ese silencio total Villagran miro de costado el arco, así medio como agachándose, medio jorobadito como siempre se ponía antes de patear. Va y tira.
Le mandó un zurdazo certero al palo del arquero al ángulo superior derecho, pero que dió en el travesaño y se perdió. El arquero ni se movió, se había quedado mirando el gol, pero pegó en el travesaño y salió para afuera, como rozándolo. Se fue a la mierda.
Ahí si, ahí, si aun teníamos alguna esperanza cierta, la cagamos del todo, ahí nos sentamos y nos miramos entre nosotros como diciendo: -"Y bueno, tuvimos la oportunidad, si no fue, mala leche, por algo habrá sido, la puta que lo parió."
Sacó el arquero y se terminó el partido. Forever a primera, a nosotros la bronca, las lagrimas y la vaga esperanza del reducido por el segundo ascenso, con la moral en menos diez. La angustia se podía tocar, fue lo peor. Fue peor que las puteadas, los piedrazos y que los micros rotos, afanados y cagados que encontramos después.
La vuelta fue lenta, muy lenta. Los mil y pico de kilómetros de Lanus - Resistencia parecían mucho mas largos que a la ida.
Y uno se preguntaba ahí, a ver: ¿Donde estaban los culorrotos que decían que íbamos para atrás cuando la pelota dió en el ángulo, eh? ¿Quién vio la cara de cagados de miedo de los chaqueños, de Loustau, cuando el uruguayo por milímetros no se las mandó a guardar? ¿Fue para atrás ahí la cosa? Pero ahí los que hablaban todas aquellas boludeces no estaban, que mierda iban a ir hasta el Chaco.
Desde aquel día de invierno en el Chaco, a los que fuimos nos quedó la marca. Desde el otro campeonato ya teníamos una estampilla en la frente. Por ahí nos cruzábamos en la tribuna en cualquier discusión y salía el: ¡Vos estuviste en Chaco! Y la respuesta con una sonrisa y bajando un poco la cabeza era cantada. Y chau discusión. En cualquier cancha, uno los ve y se acuerda, y el otro, también, aunque de algunos no se conozcan ni los nombres, no sepa que hace, de que vive, si es policía, bombero, chorro, abogado, albañil, ferretero o cualquier otra cosa. Lo único que sabe y con eso alcanza es que estuvo ahí, que compartió esos dos días, las paradas en la ruta, el partido y el sufrimiento por la derrota. Quedó como una hermandad tácita, silenciosa.
El reducido lo perdimos en la semifinal, con Unión de Santa Fé. Que después le ganó a Colón en la final del reducido y subió a primera acompañando a los chaqueños. Ni mi viejo ni yo fuimos a la cancha, los demás que habían ido con nosotros, sí. Nosotros lo escuchamos por radio, desde Córdoba, con resignación, estábamos recuperándonos de la derrota.
Al otro año cuando vino Miguelito Russo, con las heridas cicatrizando, en el octogonal por el segundo ascenso subimos a Primera.
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