MAC DONALD
¿Conoces San Justo? Eso, mucha gente, una zona muy popular, y y humilde, mucha gente y muchos negocios sobre Avenida Arieta, la principal. Algo que me llama siempre la atencion es la cantidad de gente que hay en la calle, en la plaza y en la Avenida Arieta, gente que no sabes de donde sale pero que es muchisima.
Mira que yo no soy racista ni trato despectivamente a la gente, pero da la sensacion de que en San Justo la vida vale menos que en otros lugares, por ejemplo que en Puerto Madero, o en Recoleta, o que en Barracas, mira lo que te digo. Sera por la zona que rodea a San Justo, o por la cantidad de gente que anda por ahi caminando, que parecen hormigas.
Habia terminado de trabajar y se me habia hecho tarde para almorzar en mi casa, hasta casa tenia una hora y monedas. Veo ahi donde te decia, por Arieta, un Mac Donald, y entro. Pido un Big Mac con papas fritas y una Coca. Me dan la comida en la bandeja y cuando empiezo a comer mirando para la calle entra un chico al local, un pibe de unos once o doce años con la camiseta de Boca, y va dejando unas estampitas, de esas que se reparten en los semaforos cuando se ponen en rojo, de San Cayetano, o de Mickey, o del Pato Lucas, que se yo, no me acuerdo. Agarro un peso y se lo pongo arriba de la estampita, sin mirarla. Cuando el pibe pasa recogiendo las estampitas y las monedas lo miro a la cara, y veo que el no me mira, sino que mira la hamburguesa.
-¿Queres comer una hamburguesa? - le pregunto.
-Si- contesta.
-Toma, anda a comprarte una - le doy la plata, unos ocho pesos - la hamburguesa costaba seis pesos.
-¿Que me compro? - me pregunta el pibe.
-Comprate lo que quieras, pero comprate comida.
Cierra el puño con los cinco pesos, y va hacia la cola de la caja. Yo sigo comiendo, me termino la hamburguesa, y empiezo, lentamente, a comerme las papafritas. Me doy vuelta y miro hacia la cola de la caja, el pibe ya habia ordenado y estaba esperando que le trajeran la comida.
Se apoyaba con las dos manos en el borde del mostrador y miraba para los costados y para el lado de la cocina. Las estampitas descansaban agarradas con una gomita elastica al lado de la bandeja.
Sigo en lo mio, me termino las papas fritas y me termino la coca.
mirando hacia el mostrador. Le traen la hamburguesa al pibe. Cuando la empleada se la deja en la bandeja, el pibe ahi mismo, en el mostrador, la agarra, abre la envoltura y le zampa un mordiscon a la hamburguesa.
La gilada, mientras, lo mira, y hasta una gorda comenta algo con otra mujer que estaba al costado del pibe, que no alcanzo a entender pero que por las miradas y los gestos es seguramente de reproche hacia el pibe, no hacia algo que hubiera dicho, sino hacia su presencia, hacia que sea pobre y que estuviese ahi. Me dan ganas de putearla de solo verlas, pero igual el pibe, que se aviva que lo miran, no les da bola, se sigue comiendo la hamburguesa con una cara de felicidad que tendrias que verlo.
Y ahi me doy cuenta que los ocho mangos que le di al pibe le alcanzan para la hamburguesa pero no le alcanzan para sumarle a la hamburguesa ni unas papafritas ni una coca, solo le queda un vuelto pedorro. Me levanto de la silla y me pongo a buscar en los bolsillos del pantalon y en los del saco otros cinco pesos. Cuando los encuentro miro hacia el mostrador para ubicar al pibe y darselos. El pibe ya no esta, ni en la caja, ni en el mostrador, ni en el local, debe haber salido mientras yo buscaba la guita, pienso.
Queda, eso si lo veo, una estampita en el mostrador, sola. Nadie la agarra, claro, la dejo un mendigo, todos estan cerca, pero nadie la toca, parece que tuviera dengue la estampita. Me acerco al mostrador para verla. La agarre y me la guarde, aca esta mira, no era del raton Mickey ni del Pato Lucas, era de San Cayetano y con un almanaque del otro lado.
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