En estos arrabales de la capital, en esta zona sur de laburantes, de fulleros, de mujeres bravas y de malvones, de carros y de casas bajas y de calles de tierra los corazones tienen una sangre un poco mas espesa. Son barrios de gorriones y empleados, en los que las caras de los tanos o gallegos o cabecitas o de criollos de cualqueir generacion hechan una espuma morada por la boca. Barrios en los que cada vez mas vuelan algunas banderas de un rojo oscuro desde las ventanas cuando sopla la brisa de la tarde. Barrios en los que todavia salen los pibes a jugar a la pelota a a la vereda o a las canchitas de los clubes de barrio o en las sociedades de fomento que tambien alojan fiestas y bailes y campeonatos de patin o reuniones de cualquier tipo. Barrio en los que se mira cara a cara para asegurarse que no te estan cameleando. Donde existe la ley, que es esa cosa que dicen los papeles, pero si me cagas te emboco la puta que te pario.
En estos arrabales esa espuma y esas banderas que agita el viento y un grito que escapa de las ventanas en forma individual y otras en forma colectiva contamina el aire y lo tiñe del color de la sangre cuando llega al corazon.
Aca estan los mismos de siempre, los compañeros de la infancia, que ya son hombres, sus hijos y los hijos propios, y mucha gente con menos pelos o con pelos mas blancos, un poco de panza, pero el mismo corazon, que se va abriendo, que va encontrando en los lugares comunes espacios de regocijo.
Aca hay una inmensa mancha granate.Una mancha cada vez mas espesa, que va creciendo cada vez mas y que ha tapado otros colores que antes se enseñoreaban en el barrio y en la ciudad.
Y es la mancha mas linda, la del color del mejor vino tinto, la del color del club de barrio mas grande del mundo, como dice un amigo.
Y es una mancha venenosa, de un dulce veneno, que no mata, sino que enamora. Un color mezcla de sangre y barro, de donde venimos y a donde vamos. Un grumo dulce, tibio e intenso.
Una mancha que se expande con el corazon abierto cada vez que pegamos el grito que guarda nuestra memoria de la infancia, ese grito de Vamos Lanus Carajo.
Nuestro grito rebelde, intenso, sanguineo, visceral.
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