¿Vio esa nami? ¿Vio eso usted? ¿Vio como me juno?. Le digo, los tamangos, claro, los tamangos ayudan, vio como brillan. Y claro, son los de la milonga. Aparte, bueno, las minas se fijan la percha, claro, un galan maduro, que se le va hacer. Pero esto no es nada, le cuento, un viernes, hara un mes. Que yo había llegado de dar vueltas todo el santo día y cuando llegué al departamento y ya había terminado de chantarme un omeletazo de jamon y queso preparado como lo preparaba mi vieja que Dios la tenga en la gloria. Le decía había finiquitado la cena y no voy y me avivo que me faltaban los fasos. Y yo, le soy sincero, sin los fasos después de comer es como que no me puedo dormir, me falta algo, no puedo terminar la jornada, no sé, es el vicio. ¿Vió? Igual que con el baile. Yo necesitaba fasear. Pero estaba cansado, que quiere que le diga. ¿Y sabe qué? No quería volver bajar. Porque a mi cuando llego a mi casa es como que me olvido de todo, como que me autoexcluyo del mundo, como que me salgo del sistema solar. Somos los fasos, los tangasos que salen del Wincofon y mi alma perdida y solitaria.
Además le digo, en el departamento yo ando en tarlipes, no se si me entiende, en tarlipes... disfrazado de Adán, en pelotas, bah. Volver a cambiarme para volver a la máquina de picar carne y nada más que para comprarme unos fasos era algo que no se me pasaba por la cabeza. Aparte le digo, de solo ver la camisa del laburo, parecía como que se me cortaba la digestión. La tenía colgada en la silla de la cabecera de la mesa del comedor, y parecía que la turra me miraba y que me decía: "Te agarré de nuevo, gil, aunque sea estos diez míseros minutos hasta el kiosco te voy a tener otra vez ahogado.
Pero bajar tenía que bajar, los fasos los necesitaba, esto estaba claro, y con algo puesto, obvio. Uno no puede bajar de un cuarto piso en pelotas y largarse por la Avenida Independencia para el lado de Entre Rios a comprar fasos así como así, porque es seguro que lo engancha la cana y lo procesa por exhibiciones obscenas. Y con el kilometraje que yo ya tengo encima, que a esta edad me confundan con un sátiro, o con un exhibicionista, la verdad qeu me daba no se qué. Ya no estoy para eso. Después de todo uno es un caballero. ¿No le parece? Claro, es lo que pensaba yo.
Pero le digo, de la bronca que le tengo a la pilcha del laburo, no me la quería poner ni muerto. Así que, así como estaba, con solo las medias tres cuartos azules y los mocasines del trabajo, me tiré el breto encíma y salí. ¡El breto, el sobretodo! Me extraña que no sepa lo que quiere decir breto, lo hacía mas de la calle. Bueno, le sigo contando, me puse el breto negro, viejo, largo, que me llega casi hasta los pies, que me lo había comprado en Gath & Chavez cuando laburaba en el Banco, hace como treinta y cinco años, que se yo, como cuarenta y cinco años. ¿Que qué era Gath & Chavez me pregunta? Claro, usted es muy mozo. Era una de las grandes tiendas de Buenos Aires, las dos mas grandes eran Harrods y Gath & Chavez, tambien estaba Albion House, pero esa era un poco mas chica. En aquella época yo era un mozo de veintitantos, que tenía una pinta que otra que ese Luis Miguel, otra que ese maricón de Ricky Martin, hubiera visto la de damiselas que suspiraban por este varón, era algo de no creer. Bueno, pero ya me estoy yendo por las ramas, así que le sigo contando, así como estaba salí, agarré la billetera y salí. Raro eso de andar en pelotas con el sobretodo puesto, uno se siente extraño, no se si será el forro del sobretodo. Raro, que no es igual a desagradable, oigame bien, no es nada desagradable, lo único medio molesto es que si uno tiene que abrirse el breto, va en cana y al otro día sale en todos los diarios.
Cuando llegué a la planta baja, le sigo contando, estaba en la puerta la rubia de la planta baja B, que no canta cincuenta pero le pega en el palo, Lucrecia. Usted la conoce seguro a la Lucrecia, vive en el segundo departamento, la rubia, que el marido es el hermano del mecánico de la otra cuadra. ¿Ahora la ubica? ¿Vió? Claro, esa misma. Que está un vagón.
Que lindo sobretodo Raúl, me dijo así cerrándome el paso, que le digo la verdad, me sentí incómodo, porque en el medio del breto empezó a molestarme algo, no sé si me entiende. ¿ Le parece Lucrecia?. Si, muy lindo, muy fino, se nota de lejos, me dijo mientras me acariciaba la manga. Es viejo, me ataje un poquito. Si, pero como todo, no importa que sea viejo, sino que sea bueno. Sino mire el vino, cuanto mas viejo mejor. Ahí me dije como para mi mismo, esta está buscando un round, y le mandé un contraataque. O usted, Lucrecia, que ya no tiene quince, pero está cada día mas linda. No me diga eso, Raúl, que me pongo toda colorada. Era una chanza, un piropo, le aclaro que a pesar de mis sesenta y pico, no dejo escapar ninguna oportunidad de tirar los anzuelos, y le digo además, que en este caso, el pescado ya venía con la boca abierta. Bueno, muchas gracias, dijo Lucrecia y cuando dijo esto se desperezó dejando la blusa a punto de saltarsele los botones por la presión que desde abajo hacían los pechos grandotes. Usted siempre tan galante. Ahora ya no hay hombres así. Usted disculpe que le haga una pregunta, pero digo yo, Raul: ¿A donde va? A comprarme unos cigarrillos. Y dijo yo. ¿Por qué no se pasa después por mi departamento a tomar algo? Una copita de licor de crema, nada más, o un cafecito, que no me puedo dormir. "Epa epa epa" pensé acá hay olor a trampa, andá con cuidado, Raúl, que el marido es un gigante, mide como un metro noventa y tiene veinte años menos que vos. No sé, Lucrecia. Usted sabe que soy un hombre muy ocupado, y además reservado. Pero Raúl, dijo como en tono de queja, es un viernes a la noche y es un cafe entre amigos nada mas. ¿No sera que usted no quiere estar conmigo?. No por favor Lucrecia estar con usted es un placer, pero digo yo, disculpe, pero ¿y su marido?. Ah, ese, dijo, ese esta noche no viene, tiener guardia en la telefonica. Ah, dije yo mire que bien. Bueno no quiero comprometerlo Raulito - porque me dijo Raulito no se si me entiende, mientras me perforaba con la mirada y me volvia a acariciar la manga del sobretodo. Lo espero entonces. Yo en diez minutos a lo sumo quince vuelvo, voy a comprar mis cigarrillo aca a dos cuadras porque en el quiosco aca a la vuelta no los tienen. No sea malo y no tarde. Y me fui, nomas, a comprar los cigarrillos, con el sobretodo puesto y los mocasines negros del trabajo con las medias tres cuartos azules oscuras, pensando en la mujer esta y en sus pechos, y en Francisco, porque ahi me acorde el nombre del marido, en el metro ochenta que mide este ñato, en la espalda ancha como una puerta y en que de una piña me podia sacar del mundo de los vivos nsi me llegaba a encontrar a las doce de la noche tomando un feca con su jermu.
Cuando volvi ella estaba en la puerta del departamenteo y me vio entrar al porche y no me dejo ni hablar. Pase Raul, pase que lo estaba esperando. Y entre al living, un lugar le digo muy bonito, muy arregladito, con una alfombra roja de pelo largo y un sillon de tres cuerpos de cuero negro en el que me sente y ella al lado mio. Ya le preparo el cafecito Raul pongase comodo. Ya estoy comodo Lucrecia, muchas gracias. Pero saquese el sobretodo me dijo ya desde la cocinita en donde estaba acomodando las tacitas de cafe en una bandejita. Yo estaba le reitero amigo, con solo el sobretodo y las medias y los mocasines no sea cosa de resfriarme, pero en lo demas como Dios me trajo al mundo. Deje Lucrecia que asi vestido estoy bien. Pero le dijo que se lo saque, hombre. Ya venia de nuevo al livingcito. Estoy bien asi, sabe que pasa tengo miedo de resfriarme. Hay Raul, no sea cabeza dura que aca adentro hace un calor barbaro. ¿Le parece? pregunte con vos de otario. Vamos a hacer una cosa, me tomo el cafecito rapidito, se lo agradezco de corazon y me voy, no hace falta que me saque nada de lo que tengo puesto. ¿No se va a quedar un ratito? me dijo haciendo puchetos usted tendria que verla. Bueno un ratito nomas, concedi. Bueno entonces se me saca el sobretoto y se pone comodo de verdad que si no me enojo. No, esta bien asi, deje Lucrecia, asi esta bien. Vamos, saqueselo dijo en un tonito un poco imperativo. No, que me puedo resfriar volvi a mentir como un pelotudo. Pero aca hace calor dijo mientras se desabrochaba tres botones de la blusa, oigame bien, no un boton ni dos botones, tres botones de la blusa, le digo se le veia hasta el alma. ¿Le parece? volvi a preguntar ya entregado, prometame que no se va a enojar conmigo dije ya con las defensas superadas. ¿Enojarme porque se saca un sobretodo en mi casa? Jaja, no loca, por favor, somos grandes. Bueno pero igual me promete que no se va a reir. No, por favor Raul. Y ahi ya definitivamente caliente y entregado me pare, y ahi le digo mi amigo me desabroche primero el boton de arriba despues el del medio y por ultimo el de abajo, y despues me abri el sobretodo de golpe, de frente a Lucrecia, asi como en las peliculas tipo satiro, tipo exhibicionista. ¿Usted me pregunta que paso despues? Usted no sabe lo que fue aquello, no se lo imagina. Para que le voy a contar, ahi si... ahi si.... me agarro esta mina y le digo que me pego una cepillada ani nomas en el sofa y en el piso, mitad en cada lado, que tiramos las dos tacitas de cafe con sus platitos respecitvos y sus cucharitas a las mismisima mierda bandeja incluida. Un revuelo de piernas era aquello, de brazos, de pelos. Mi querido breto todo manchado de cafe y la hembra aquella que parecia una fiera desatada. Yo por mi parte, le digo modestia aparte y como era de esperar estuve a la altura de las circunstancias, es decir, un bufalo, como no podia ser de otra manera, la mate, la deje sin aire, medio muerta. Y ella que se desarmaba y que queria mas, que papito de aqui, que papito de alla, que que lindas te quedan las medias, que me recalientan, que tenes que venir mas seguido, que cantate un tango, que cantate un vals, que pegame aqui, que pegame alla, que tirame de la melena, que pegame mas fuerte. En sintesis una loca usted no se puede imaginar las cosas que decia esa mujer y yo que me dio me entro el julepe porque estabamos a dos metros de la puerta de entrada del departamento es decir ahi nomas del porche del edificio y del pasillo que da a los ascensores y que con los gritos que pegaba esta loca se podia enterar medio mundo entonces trataba de calmarla un poco calmese Lu - porque tambien me habia pedido que la llamara Lu - que la pueden oir y van a pensar mal, y ella que carajo me importa lo que piensen estos amargos y yo que calmese por favor que esos amargos como le dice usted le pueden contar a su marido lo nuestro y ella que que carajo me importa a mi ese impotente de mierda, y yo que calmese por favor, tranquilicese por favor se lo pido.
Al final le digo se fue tranquilizando pero me hizo prometerle que le tenia que dejar algo mio, que sino empezaba a los gritos pelados. ¿Que que le di me pregunta? Usted se va a sorprender. ¿Sabe que le di? Una manga del sobretodo. ¿Y que quiere que le diese si no tenia mas nada encima? ¿Que para que le iba a servir? Yo que se, para colar cafe, vaya usted a saber, pero no se, se me ocurrio darselo y gracias al cielo dio resultado. Me acuerdo que arranque la manga derecha y se la di asi, medio sobrando la situacion. Tome Lucrecia, esto es como una parte de mi cuerpo, ahi le dijo si todavia no la habia matado, con esa frase la destrui, la termine de matar, me sentia como un personaje de pelicula, como Humprey Bogart. ¿Ridiculo dice usted? No crea, a Lucrecia le gusto, porque despues mientras yo ya mas recompuesto pero todavia en pelotas y sentado en el sofa cuando encontramos las tacitas de cafe tiradas al lado de la puerta del baño me estaba tomando por fin ese bendito cafecito, agarro de nuevo el sobretodo y le arranco con fuerza la manga izquierda. Esto es para que no abraces a otra, me dijo.
A los diez minutos, despues de terminar el cafe y fumarme un pucho en el sofa me fui. Igual tengo que serle sincero la verdad me hubiese quedado un rato mas aunque sea para contarle a Lucrecia alguna aventura, entiendame, pero llamo el mamut del marido que en diez minutos llegaba porque no habia trabajo, y la verdad que no tenia ganas de morir esa noche, me faltaban los tangos que me estaban esperando en el winco de mi casa, que le va hacer uno despues de todo es un animal de costumbres, como le decia. Cuando sali al porche me di vuelta y la vi apoyada en el marco de la puerta abrazando a las dos mangas del sobretodo. Volve cuando quiera papito. Tranquila piba le dije y la deje haciendo pucheritos.
Cuando cerro la puerta y se metio en la casa le soy honesto respire hondo, y me quede solo en el porche con el breto puesto, pero sin las mangas. Usted tendria que haberme visto como yo me vi delante del espejo de la entrada, con la pilcha sin las mangas y en lugar de las mangas estos dos brazos lampiños y caidos, porque la verdad sea dicha estaba fusilado, fundido. Y encima el ascensor se habia trabado en el sexto piso, me apoye contra el espejo y me prendi otro faso, espere unos minutos y como le pegue dos gritos al ascensor y no me daban bola empece a subir las escaleras. En eso cuando llego al piso de mi departamento que yo no se si usted se acuerda que yo vivo en el cuarto C, el del fondo, al llegar al cuarto piso le decia encaro para el pasillo y prendo la luz y aqui viene otra mas. ¿A que no sabe que me paso? Lo que me faltaba. La del B, esa que le contaba la otra vuelta, la divorciada. Estaba en la puerta del departamento fumando, en camison, un camison medio transparente, que se le veia todo. ¿Vio? Que le llegaba por arriba de las rodillas, con los breteles finitos, y con ese cuerpacho que tiene y ese perfume que se siente como a tres metros que a uno lo emborracha, bueno la mina esta me ve aparecer por la puerta de la escalera con el sobretodo puesto y sin las mangas y le levanta las cejas asi como asombrada. ¿Que tal vecino que anda haciendo? Aqui ando Estelita, fui a comprarme unos cigarrillos. ¿Y usted? Aqui me ve, aburridisima, y sola. ¿Que tiene puesto Raul, un sobretodo o un chaleco? Un chaleco, pero un poco largo le conteste. ¿Y que quiere que le dijese? Ya se que para chaleco era un poco largo, pero otra cosa no se me ocurrio. Que original, le queda un bombonazo dijo Estelita asi medio contoneandose toda, le queda muy apuesto, muy de hombre experimentado. Bueno permiso dije. ¿Sabe que Raul? me dijo poniendome la uña postiza del dedo indice pintada de rojo bermellon en el centro del pecho no se vaya que lo queria invitar a tomar un licorcito a casa. Y ahi vi otra vez esa cara de antropofaga que le habia visto a Lucrecia un rato antes. Ni lo sueñe Estelita la corte en seco, hoy estoy irresistible, pero ahor me voy a dormir, si quiere mañana vemos pero hoy no.
Y la deje ahi parada con el camison transparente, los tacos, los breteles finitos y los pelos revueltos. Ni los tangos puede escuchar, me latia la cabeza que parecia que se me iba a explotar, parecia.